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Columna Zarpazo; ¿y porque corren? Pues porque no pueden volar.

Por Abisaí Rubio,

Mi abuelo, un hombre de rancho sencillo, trabajador y muy directo, cuando nos sentábamos a su lado a comer al mediodía en su parcela de milpas, donde había prendido ya una fogata y nos calentaba los tacos de frijoles en tortilla de maíz en las brasas, nos platicaba anécdotas de su pueblo y juventud.

Una de esas historias la tengo muy presente, porque nos decía que, en su pueblo, metido en la cierra de los Altos de Jalisco, la gente tenía sus cultivos de marihuana y que, debido al difícil acceso al lugar, era muy raro ver a los soldados por la región.

Nos contó que un domingo, cuando era el tiempo de las cosechas, había una fiesta en la plaza principal del pueblo y de pronto llegó un pelotón del ejército y todos los hombres comenzaron a correr por todos lados, desapareciéndose de forma inmediata del lugar por temor a ser detenidos por los militares.

Pero en medio de la plaza del pueblo, se quedaron nada más las mujeres y un solo hombre, a quien se le conocía como “Chagüito”, y quien, a decir de mi abuelo, era todo un personaje en el pueblo, pues además de ser muy ocurrente, estaba lisiado de una pierna.

Nos relataba mi abuelo, que cuando los solados se le acercaron a Chagüito, le preguntaron con voz de mando, ¿Porque corren todos los hombres? Y él, con su muy peculiar forma de decir las cosas, les contesto, Pues porque no pueden volar, porque si pudieran ya los vería allá por las nubes, respuesta que causó una sonrisa a los militares, y otro de ellos le preguntó ¿y tú porque no corriste? A lo que Chagüito, contesto, para que si a mi luego, luego me alcanzan, no ve que son cojo.

Traigo a mi redacción esta anécdota, porque todos los seres humanos tenemos en nuestro cuerpo una sustancia, llamada comúnmente adrenalina, la cual cuando se presenta alguna situación anormal en nuestro entorno, se riega con rapidez por todo nuestro organismo y nos hace reaccionar en formas inimaginables y tener reacciones, en ocasiones hasta extraordinarias en cuestión de segundos.

El pasado miércoles por la tarde mientras realizaba una cobertura informativa sobre la inauguración de un hermoso mural de mas de 900 metros cuadrados, en cual se ubica en una barda perimetral en el Parque Silao, de la colonia las Torres de Nuevo Laredo, Tamaulipas, de pronto se comenzaron a escuchar, muy cerca de donde estábamos, detonaciones de armas de fuego, en ese momento yo me encontraba arriba de una tarima de aproximadamente 60 centímetros de altura y mi primera reacción, al igual que la de la mayoría de los asistentes fue tirarnos hacia el suelo y buscar refugiarnos de los disparos.

Si ustedes me preguntan, como baje de la tarima, si brinque desde ahí o como me arrastre hasta refugiarme tras unas plantitas, no lo sé, en ese momento con la adrenalina en mi cuerpo, mi espíritu de sobrevivencia se encargo de actuar, y no recuerdo como lo hice, aunque hoy después de 24 horas de ese momento, me duelen las rodillas y los codos.

Pero bueno, les comento esto, porque luego de que me sentí a salvo yo, comencé a recordar, que 3 de mis hijos y un sobrino, estaban ahí en el mismo evento, y entonces mi segunda reacción fue ver como estaban y pedirles que se protegieran, aunque ellos al igual que las mas de 50 personas que ahí acudimos, estábamos tirados en el pasto, con el pecho en tierra, llenos de temores y orando para pedir a Dios por su protección.

Afortunadamente en este incidente, no hubo personas heridas y solo se trato de un susto que nos llevamos y que nos deja mucho para pensar y reflexionar, ah, pero si me preguntan porque corrí, les diré como Chagüito porque no pude volar.

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